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Llegamos a la cuestión del origen del espíritu humano, no en el sentido de hominización filogénica, sino de la hominización ontogénica. Pero está claro que sólo sabemos científicamente una cosa: el origen de las condiciones corporales de la existencia espiritual. Los cromosomas proceden de los padres, pero constituyen sólo el mínimo existencial.  Para la totalidad existencial, que incluye al espíritu, el mínimo existencial es una base necesaria, más no suficiente. ¿De dónde viene lo espiritual?

Según Aristóteles, el espíritu es tyrathen, entra desde fuera, pero no sabemos de dónde viene; esta pregunta no encuentra una respuesta adecuada con la simple adición de lo espiritual («al» alma-cuerpo), ….

Por lo tanto, lo espiritual tiene que entrar de algún modo en lo corpóreo-anímico; pero, una vez que ocurre esto, lo espiritual, el espíritu personal, queda velado: se oculta en su silencio. Calla y aguarda a que pueda  comunicarse, a que pueda romper su silencio irrumpiendo a través de los velos que le rodean, de los estratos envolventes de lo psicofísico. Aguarda a poder anunciarse, a poder darse a conocer en el organismo psicofísico como órgano de su información. Aguarda hasta el día en que pueda hacer suyo el organismo, hasta apoderarse de él como su campo expresivo.

El que ha educado a un niño, conoce ese momento en el que la persona se anuncia por primera vez; el que ha vivido esto, conoce lo asombroso de ese primer momento, lo asombroso de la primera sonrisa del niño, cuando asoma algo que parece haber estado aguardando, ese intervalo lúcido en el que brilla por un instante, quizás sólo una fracción de segundo, para desaparecer súbitamente y ocultarse de nuevo detrás de lo psicofísico organísmico, para retirarse como aparente autómata que se rige sólo por reflejos condicionados e incondicionados.

Hemos dicho que «algo» se anuncia; pero ¿no hay que decir   «alguien»?.

Se trata, en efecto, de un alguien y no de algo; no es un ello, sino  «el» espíritu personal, «la» persona. Era la persona la que aguardaba a poder brillar, a poder sonreír a través de su organismo y, en esta primera sonrisa, hacer  «suyo» el organismo, hacer de él su campo expresivo.

El organismo se revela así como el material que aguarda a ser conformado. Como tal material, la realidad psicofísica es totalmente plástica, pero no en el sentido de una moldeabilidad desde fuera, sino desde dentro; no solo en el sentido de una impresionabilidad, sino de una capacidad «expresiva»; y aparece junto a la plasticidad externa algo que cabe llamar «plasticidad interna». También en el interior de un fruto se pueden encontrar impresiones del hueso.

No sabemos, pues, de dónde viene lo espiritual, el espíritu personal, a la realidad corpóreo-anímica organísmica. Esto se comprueba por exclusión, ya que la persona, como hemos visto, es esencialmente un in-dividuo y un-sumable, es esencialmente indivisible e in-fusionable y nunca puede derivar, como tal de lo divisible y lo fusionable.

Cabe afirmar, en suma, que el niño es «carne de la carne» de sus padres, mas no espíritu de su espíritu. Es hijo «corporal» en el sentido más propio del término: el sentido fisio-lógico; en sentido metafísico, todo niño es hijo adoptivo.

Lo adoptamos en el mundo, en el ser.

 

Extracto recogido del libro “El hombre doliente”  de —Viktor Frankl

 

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